miércoles, 29 de septiembre de 2004

La mano que mece la... (Capítulo XI)

El frío hizo de mi cuerpo un tirititeo constante y decidí encender el agua caliente para volver a entrar en calor. Sintiendo el agua caliente caer sobre mi cuerpo helado iba recuperando el aliento por segundos. Mis miedos y mis deseos se iban convirtiéndo en obsesiones. Necesitaba esa llamada, necesitaba saber quienes eran estas personas.

Había perdido la noción del tiempo. Ya no sabía si había ido a trabajar o si había estado constantemente soñando. ¿Cuántos días habían pasado? ¿Realmente había tenido sexo con una mujer, o sólo lo había soñado? ¿Era mi subconsciente el culpable de todo ésto?

Justo cuando suena el timbre de la casa... "diiiiiing dooooooong"

Corro hacia la puerta deseando que fuera Leila... miro por la mirilla y no veo a nadie...
-Qué extraño- Pensé, - Pero si acaban de llamar-
Abro la puerta sigilosamente y allí estaban ellas: Sado y Oki.

Sin dejarme tiempo para reaccionar, irrumpieron en mi casa llegando a la habitación, donde instalaron una micro cámara delante mía, como si yo no existiera.
-¡Oye!, ¿pero qué haceis?- exclamé
Pero nadie contestó. Yo allí era poco menos que invisible. Sabía que Sado y Oki eran unas enanas con muy mala leche, así que decidí no intervenir en sus tareas. Me giré para dirigirme a la cocina para tomar un refresco y allí estaba ella, tan bella como siempre.

-Dejé que te fueras y luego me arrepentí- dijo Leila con voz firme y autoritaria. -No volverá a ocurrir-, continuó. -Eres mía, y debes obedecer-.

Con un chasquido de dedos consiguió en menos de un minuto tener a las enanas encima mía atándome de nuevo a aquella cama, desnudandome como si fuera una muñeca de goma, sin ningún tipo de erotismo. Esta vez, no puse impedimento, no puse resistencia. Dejé que hicieran conmigo lo que les dió la gana. Pero ellas sólo me ataron y abandonaron la habitación.

-Les he dicho que pueden vernos en el salón- dijo Leila mientras se abalanzaba suavemente sobre mí como si fuese un gato a punto de capturar a su presa. -Es que ellas quieren participar-, aclaró. -Te aman, igual que yo-.

Lentamente fué subiendo desde los pies de la cama hacia mi pubis. Besando mis muslos, haciéndome arder por dentro. Subiendo por mi cintura hacia mi pecho...

...Continuará...
Capítulo XII
Capítulo X

4 comentarios:

Le Diable Rouge dijo...

su pecho y... ¿y? Joooooooo. Se nos han acabado las monedas juuuuusto cuando iban a empezar a salir las disciplinas, palas de madera, esposas, cadenas, mordazas, guantes de látex, caballos de tortura, velas, perros, anguilas, ratas desdentadas, sogas de seda trenzada, discapacitados mentales con priapismo, es decir, en el momento interesante.

Le Diable Rouge dijo...

¡¡¡Eeeehhhh!!!!¡Acomodador! ¡Que se ha jodío la cámara!¡La cámaraaaaaaaa!

Eufórica dijo...

It's your turn!

Le Diable Rouge dijo...

No seas maaaala, jugar con fuego no es nada bueno... puedo pasarte la patata aún más caliente :)
[Pero hoy no estoy inspirado]