jueves, 16 de septiembre de 2004

La mano que mece la... (Capítulo IV)

[...Estoy en blanco... ¡oh, vaya! ¡Un narrador en blanco! No es posible... hummm, ejem!]
El leve sueño, poco reparador, finalizó con ese sonido tan peculiar e irritante de los despertadores digitales.
- Estoy de tititití, tititití... hasta la náusea - Murmuró furiosa.

Su mente acababa de asociar aquel dichoso bucle de pitadas con el timbre del teléfono y de nuevo corría hacia él. Pero en su sueño el terminal de teléfono estaba situado al fondo de un pasillo con paredes blancas, suelo de linóleo blanco, una mesilla blanca con un gigantesco terminal blanco. El tintineo nervioso de la luz lechosa que proporcionaban los fluorescentes y la dificultad al respirar por un aire húmedo y caluroso provocaron que su pulso se desbocara. Despertó sin conseguir descolgarlo, como en la vida real. Sacó de su boca un trozo de sábana, la causa de la sensación de ahogo del sueño.
La jornada laboral transcurrió tan endiabladamente monótona como todas las demás. Curiosamente, su teléfono móvil no daba muestras de vida aquel día. Un detalle nimio pero que de alguna manera le inquietaba.
Una vez en casa, comenzó el ritual de su habitual, lanzar los tacones lejos, allá en el dormitorio, desde la entrada de la casa - deporte en el que la práctica es indispensable -, arrojar prendas aleatoriamente por los sitos más insospechados durante el trayecto hacia la ducha. Justo en el momento en que iba a enjabonar su torso sonó el teléfono.

...Continuará...
Capítulo V
Capítulo III

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