La mano que mece la... (Capítulo II)
Demasiado tarde, la persona del otro lado del teléfono no gozaba de paciencia, precisamente. La distancia desde su dormitorio era lo suficientemente larga como para que su interlocutor se impacientara y descolgara el teléfono. ¿Quién podría haber sido? ¿a estas horas? Desconocía el teléfono anotado en la pantalla de su teléfono inalámbrico, olvidado graciosamente al otro lado de la casa, en la cocina, y por tanto tan inútil en su cometido como plátano con ruedas en un conato de automóvil.
Todavía era temprano para levantarse, así que tomó un par de uvas de su refrigerador y retomó el camino a la cama, volviendo a colocar en su sitio el elástico trasero de sus bragas a medio camino del pasillo hacia la alcoba, saboreando, entretanto, aquellas uvas tan frescas y dulces.
...Continuará...
Capítulo III
Capítulo I
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