La mano que mece la... (Capítulo XV)
Leila salió de la habitación y llamó a sus enanas jíbaras. Sado y Oki arrastraban pesadamente por el pasillo de entrada un extraño baúl de considerable tamaño en comparación con ambas criaturitas. Sus piernecitas tensas movían lentamente el cajón hacia el dormitorio. La caja tenía la apariencia externa de una nevera hermética y daba la impresión de que las pequeñas se dirigían hacia un pic-nic en el averno. Con un suspiro de alivio alojaron la nevera metalizada a los pies de la cama. Sado subió a la cama y ayudó a Elena, dolorida por la golpiza, a reincorporarse.
- Ven conmigo, querida - le susurró cínicamente al oído mientras la levantaba. Sado no pudo evitar un brote de aquella risita compulsiva tan peculiar.
Oki, situada frente al baúl, accionó las presillas de la tapa y abrió el extraño recipiente. Elena estaba aturdida y tan entumecida por los golpes que apenas podía moverse. Arrastró su cuerpo a medias sentado por sobre la colcha hasta situarse al borde de la cama, junto a la nevera. Miró hacia su interior y no pudo creer lo que vió: El interior del baúl estaba moldeado con alguna espuma plástica de intenso color rojo, que de algún modo le recordaba la forma anatómica del asiento inclinado de un dentista. En el borde exterior del mismo, hacia la mitad de su arco, una protuberancia con forma de aleta del mismo material se curvaba levemente hacia el respaldo y justo en el centro de su pendiente se erguían hacia atrás otras dos protuberancias cilíndricas. Elena temblaba de pavor al hacerse una remota idea de lo que ocurriría a continuación.
Oki presionó un resorte y la plataforma plástica ascendió hasta el borde con un ruido hidráulico. Sado la ayudó a colocarse a horcajadas sobre el baúl. Oki introdujo las manos entre las piernas de Elena para sujetar los cilindros de plástico y Sado la agarró de la cintura tirando hacia abajo. Intentaba resisitirse forzando la postura vertical pero los músculos de sus piernas no obedecían las órdenes de su voluntad.
De pronto notó aquellos bulbos presionando contra las entradas de su entrepierna. La falta de lubricante erosionaba su fina piel. Cada milímetro que lentamente se introducía le producía una insoportable quemazón. Sentía unas irrefrenables ganas de gritar. El dolor era insoportable.
Sado cargó su peso hacia abajo y los cilindros irrumpieron en toda su longitud. Elena soltó un alarido al sentir aquellas protuberancias desgarrar su interior como dos sables mal afilados. Sado reía mientras colocaba su pierna izquierda sobre la plataforma, de manera que situaba la rodilla flexionada hacia su cabeza. Oki realizaba otro tanto con su pierna derecha. A continuación pasaron sus brazos bajo el túnel formado por sus piernas y esposaron sus muñecas. Limpiaron las lágrimas de dolor de las mejillas de Elena y se despidieron con un beso. Oki presionó de nuevo el resorte y la plataforma comenzó a bajar lentamente, recogiendo a Elena en el interior del baúl. Las gemelas colocaron suavemente el cierre superior obligando a Elena a agachar la cabeza apoyando la cabeza entre sus rodillas. El baúl quedó inmerso en la penumbra, la única luz que podía penetrar la proporcionaba una fila de respiraderos perforada cerca del borde superior. Silencio.
Una aguda sensación claustrofóbica se apoderaba de Elena. El dolor y el espacio reducido dificultaban su respiración. El sonido de unos tacones altos que se acercaban al baúl le hicieron agudizar el oído.
- Bien, mi equipaje está completo. Bajen primero las maletas del salón y dejen este baúl para el final - al dar las indicaciones a los obreros, Leila golpeó levemente el baúl con el pie.
Los sonidos llegaban amortiguados al interior del baúl, como a través de agua. Elena pudo discernir el ruido de tres o cuatro pares de botas pesadas. El miedo se apoderaba de ella poco a poco. Momentáneamente olvidó el dolor de su entrepierna. Leves gemidos de pánico se le escapaban en cada expiración. Leila se alarmó al captar aquellos sonidos apagados que provenían del interior del baúl.
- ¡Más vale que viajes en silencio, mascota! - masculló Leila inclinándose hacia el baúl a la vez que golpeaba levemente con los nudillos en la tapadera.
Los obreros casi habían terminado de trasladar el resto del equipaje y dos de ellos se colocaron alrededor del baúl para intentar llevárselo. El baúl se balanceó peligrosamente y lo soltaron en el suelo antes de provocar su caída. Los bruscos movimientos hicieron que se balanceara el cuerpo de Elena, oscilando violentamente las protuberancias del extraño asiento. Elena mordió su labio inferior para ahogar el grito. Pudo oir a los obreros comentando que esperarían a su compañero para trasladar el baúl con mayor seguridad y cómo se dirigían después hacia el salón para recoger alguna otra cosa. Dentelladas de dolor paralizaban su cintura y proyectaban calambres hacia sus muslos y su espalda. Percibió cómo Leila se arrodillaba de nuevo junto al baúl.
- Te habrás dado cuenta que lo que proporciona un inmenso dolor es el movimiento, ¿no? - Susurró Leila. El tono de su voz se enjugaba en un sádico frenesí - Este es el castigo que te mereces por no dominar tus impulsos como es debido. Así aprenderás a contener tus deseos - Leila se reincorporó y caminó hacia la puerta, juguetona, golpeó suavemente su frente en ademán de olvido - Por cierto, viajamos en tren.
...Continuará...
Capítulo XVI Próximamente
Capítulo XIV
4 comentarios:
¿Tu crees que ésto le acabará gustando a Elena? Si después de esto no sale corriendo, es que está realmente enamorada...
...continuaré...
Parapsicológicamente hablando, el amor de Elena por Leila es ciego, sin mesura e incondicional. Por la sintetización de su imagen del amor Elena está dispuesta a todo por ver al menos una vez en su vida la sublimación del ideal de la belleza extrema: cálida, frágil, luminosa, violenta, lasciva, oscura, vivificadora, extenuante... por todo eso y, básicamente, porque es una Serrrda.
Mmmmmmmhh, que sera de Elena, donde se la llevan??
Oye, que el capitulo XI & XII pone a cualquiera cachondo/a!!! Me gusta juas juas juas.
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