viernes, 25 de noviembre de 2005

dios On-line

Viajaba en el bus de vuelta a casa. Los objetos del camino pasaban fugaces, intentando en vano atraer mi indolente atención. El "Canto del corro infinito de la Familia Esqueleto" atronaba en mis auriculares, mis pupilas forzaban una trayectoria ascendente fruto del paroxismo de aquella espiral de ecos sonora, esa traca final tra/nscendente; en los últimos compases de la tonada, un coro de voces celestiales se superponía a su óbito de notas eléctricas, cada vez con más decisión.
Una gran luz me iluminaba desde arriba, mi cuerpo comenzaba a levitar incómodo por el exceso de peso. Un hormigueo delicioso recorría mi cuerpo.
El canto del coro cesó de repente, todo sonido posible parecía haber huido temeroso de aquella atmósfera enfermiza. De pronto una voz sonó, retumbando dolorosamente en mis entrañas:
¿Quién dejó prendida la luz de la cocina??

¿Fue dios? Qué se yo!!! Pregúntaselo a él

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