miércoles, 6 de julio de 2005

La chica de papel

Como una marioneta, su cuerpo se deslizaba por el resbaladizo suelo de cristal rojo. Mientras se escurría sentía ganas de reírse, de tocar el cielo con una mano y volver hacia abajo con alegría y furor. Nunca pensó que si subía tan alto, tan tan alto que pudiera tocar el cielo, igual luego no sería capaz de bajar de nuevo y volver a sentarse en el suelo. No lo pensaba porque no le importaba en ese momento. Era feliz imaginándose subiendo y subiendo.

El suelo se iba acabando y el cristal rojo se iba despidiendo de ella, mientras ella se daba cuenta de que también pronto dejaría de deslizarse y de reírse y de imaginar . . .

La chica de papel se levantó con enfado y desenfreno y subió dispuesta la cuesta para volver a tirarse por el suelo resbaladizo de cristal rojo. Otra vez quería repetir aquello tan divertido de antes.

En el camino hacia arriba (que no era corto, porque entonces no sería tan divertido) encontró a la Señora Tijera con ganas de cortar un poco el rollo.

- ¡Chica Papel!- le dijo, - no debes hacer tantas veces lo mismo, te vas a aburrir de tanto hacerlo-

Pero la Chica Papel estaba entusiasmada y no permitiría que nadie le diera un tijeretazo a su alegría

Subió y de nuevo bajó y otra vez se imaginó tocando el cielo con una mano sin pensar que si subía igual no podía bajar.

.Claro está, cuando bajó y se le terminó el suelo de cristal rojo de nuevo quería volver a subir la cuesta.

Cuando se encontró una vez mas a la Señora Tijera con su corta rollo: -Chica Papel, ¿dónde vas otra vez?- gruñó – te advierto de que vas a aburrirte y no vas a querer volver a tirarte por esta cuesta tan bella.

-¡Pero será pella!- Pensó Chica Tijera.

Los días pasaban y Chica Papel sólo quería seguir haciendo aquello que tanto le gustaba. La Señora Tijera aburrida se fue con el rollo a otra parte, para poder cortarlo delante de otra persona más vulnerable.

Chica Papel no se daba cuenta, pero de tanto imaginar que volaba y tocaba el cielo con una mano, comenzó a desplegar unas preciosas alas de papel que salían de sus pequeños pies deformes y la hacían subir y subir. Cuando quiso darse cuenta, estaba tan arriba, tan tan arriba, que cuando levantó las manos para estirarse un poco. . . ¡tocó el cielo!

Entonces fue cuando se dio cuenta de lo alto que había conseguido llegar, de lo preciosas que eran sus alas nuevas construidas con su imaginación y esfuerzo diario. Entonces fue cuando miró hacia abajo y pensó: -¿y ahora como bajo?-

Tan contenta estaba ahí arriba que el hecho de no poder bajar dejó de preocuparle en un segundo. Digamos que fue un flash que se le pasó por la cabeza como el que piensa en un color.

Los días pasaban y Chica Papel volaba y volaba feliz. Y jamás miraba hacia abajo, pues lo que ella más había deseado era subir y subir.

Y por qué iba a querer bajar. . . -si alguien quiere verme, que suba aquí arriba. . . – pensó.

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